La presión de la caldera es un factor importante para el correcto funcionamiento y la seguridad de nuestro sistema de calefacción. En este artículo te vamos a explicar qué es, cómo se regula y qué problemas puede causar tener una presión incorrecta en nuestra caldera.
¿Qué es la presión de la caldera?
La presión de la caldera es la fuerza que ejerce el agua caliente que circula por los radiadores y las tuberías sobre las paredes de la caldera. Se mide en bares y se indica en el manómetro o pantalla digital de la caldera.
La presión óptima para una caldera suele estar entre 1 y 1,5 bares, aunque puede variar según el modelo y el fabricante. Es importante mantener la presión dentro de este rango para evitar averías o daños en la caldera y en el circuito de calefacción.
¿Cómo se regula la presión de la caldera?
La presión de la caldera puede variar por diferentes motivos, como el uso, el desgaste, las fugas o los cambios de temperatura. Por eso, es necesario revisarla periódicamente y ajustarla si es necesario.
A continuación, te explicamos cómo se debe hacer el aumento de presión o la reducción.
Aumentar la presión
Para aumentar la presión de la caldera, hay que abrir la llave de llenado o purgado, que suele estar debajo de la caldera o cerca de ella. Al hacerlo, entrará agua fría del grifo al circuito de calefacción, lo que hará subir la presión. Hay que estar atento al manómetro y cerrar la llave cuando la presión alcance el nivel deseado.
Reducir la presión
Para reducir la presión de la caldera, hay que purgar los radiadores, es decir, eliminar el aire que se acumula en ellos y que hace aumentar la presión. Para ello, hay que abrir con cuidado el tornillo o válvula de purga que tiene cada radiador, usando un destornillador o una llave especial. Al hacerlo, saldrá un poco de agua y aire por un pequeño orificio. Hay que cerrar el tornillo cuando solo salga agua limpia y sin burbujas.
¿Qué problemas puede causar una presión incorrecta?
Si la presión de la caldera es demasiado baja, puede provocar que la calefacción no funcione correctamente o que se apague la caldera por falta de agua. Además, una baja presión puede indicar una fuga en el circuito o un problema en el vaso de expansión, que es el componente que absorbe los cambios de volumen del agua al calentarse o enfriarse.
Si la presión de la caldera es demasiado alta, puede causar sobrecalentamiento, ruidos o goteos en la caldera o en los radiadores. También puede dañar las juntas, las válvulas o el intercambiador de calor de la caldera, lo que puede derivar en averías más graves y por lo tanto, más caras.
Por todo ello, es importante mantener la presión de la caldera dentro del rango óptimo y consultar con un profesional si se detecta alguna anomalía o se tiene alguna duda.